Técnica en Prácticas Cardiológicas, jubilada, orgullosamente abuela.

Río Gallegos / Buenos Aires, Argentina.
Instagram: @marisabarrientosmanyare

El tiempo de las palabras.

Hace unos cuantos días que mi cabeza se ordena y desordena en ideas, viajes imaginarios por diferentes lugares, y mi propio mundo interior.

El estado de mudanza genera duelo inminente. Lo transito con muchísima experiencia, sin tanta alarma, sin miedos y con plena libertad. Mi vida está atravesada por mudanzas desde que tengo uso de razón. De niña iba donde mi familia me llevaba, la carrera laboral de mi padre era prioridad. Y así anduvimos armando y desarmando casas. Mi madre lo seguía a todas partes, su carrera fuimos nosotros, la familia, en todo el abanico de necesidades de un esposo y tres hijos.

El duelo era dejar los amigos, los lugares, los colegios.

Comencé a escribir en la adolescencia, por una entusiasta profesora de Lengua y literatura, Marta Galindo, que siempre traía propuestas divertidas. En cuarto año nos propuso un concurso de poesía. Mi familia estaba frente a otra mudanza, desde San Julián a Caleta Olivia. Me inspiré en esos días, en ese nuevo duelo y escribí una poesía que titulé “El último mayo en mi pueblo”. Obtuve el primer premio: un diccionario español con una buena encuadernación de tapa dura, color anaranjado y blanco. Me sentía orgullosa y feliz por el reconocimiento de las profesoras del colegio, hasta me aplaudieron. Hablaba de los amaneceres sanjulianenses, de la nostalgia y del amor. Se vislumbraba en mí un rasgo de letra romántica.

En la segunda mitad de quinto año, mi padre fue trasladado desde Caleta Olivia a Río Gallegos, a esta altura el cimbronazo de los cambios me entristecía y me volví introspectiva y solitaria.

Surgió otro concurso, fue una narración de cinco páginas, todo versaba acerca de los pueblos de la provincia de Santa Cruz, en los que viví. Las distancias entre pueblo y pueblo son extensas, por lo que cambia el paisaje en todas sus dimensiones, es la segunda provincia más grande del país en kilómetros cuadrados. El premio era importante: un viaje a Buenos Aires, pero no obtuve ni siquiera mención. Fue una gran desilusión y dejé de escribir por mucho tiempo. Apenas escribía mi diario íntimo, que comencé a los quince años, nunca me separé de él, lo llevo por donde voy.

Al finalizar la secundaria, y tener licencia para decidir, elegí estudiar y me mudé a Buenos Aires. Separarme de mi familia fue terrible, sentí angustias y soledades que no escribí, ni dije. La mayoría de los sureños estudiaban en el norte del país. No me adapté, me deprimí.

Estoy convencida que la escritura da herramientas para el autoconocimiento. Poner letra en papel hubiera mostrado pensamientos errantes negativos, hubiera prevenido males mayores por los que transitó mi mente.

Al recibirme de Técnica en prácticas cardiológicas regresé al sur, a Comodoro Rivadavia junto a mi familia. Ellos han sido y son los pilares de mi vida. Luego me uní en matrimonio y formé, junto a Ernesto Cruz, mi otra familia con tres hijos: Federico, María Florencia y Pablo.

María Florencia nació prematura, pesaba ochocientos sesenta y cinco gramos. Ese milagro me inspiró a escribirle cartas a mi niña para contarle la historia de sus primeros meses y sus ganas de vivir. Esas cartas no se las pude leer, Flopy se fue tempranamente a los diez años. Ese ha sido el duelo más largo y doloroso de mi vida, quedé mucho tiempo sin inspiración.

En los años que trabajaba en el Hospital Regional Río Gallegos, la Dra. Nanfara que era la jefa de cardiología, siempre me pedía que escribiera las notas y solicitudes formales del servicio y me alentaba, diciéndome que escribía lindo. Este año cuando nos reencontramos en mi departamento, le conté que estaba escribiendo un libro. Me felicitó.

El paso del tiempo trajo ese sueño guardado y pude expresarme libremente con amor. Escribo de mi hija, mi familia, mis amigos y todos los aprendizajes que atesoro.

Mi fuente de inspiración es mi nieta Isabella, que hoy tiene cinco años. Me trasladé de Río Gallegos a Capital cuando ella nació, para cuidarla mientras sus padres completaban las residencias médicas. Comencé escribiéndole a Isa cuentos y aventuras con la Jirafa Tita. Luego relatos de las vivencias por el barrio de Almagro en Buenos Aires, donde vivimos. Gracias a Isa voy relatando mi vida anterior con una lente de alegría y optimismo, que ella trajo a mi vida. A través de Isa seguiré viva en su memoria, cuando me mude definitivamente junto a María Florencia.

Hace dos años que escribo en lo cotidiano, relatos, recuerdos y hechos importantes de mi vida, guiada por mi querida profesora Daniela Cicchelli. Actualmente estoy escribiendo mi autobiografía, siento que crecí en lo emocional más allá de lo que yo pudiera imaginar. La escritura es un arte, sanador y transformador. Sigo sintiendo cada día la necesidad de escribir, porque en este tiempo las palabras y frases de mi creación son mi compañía, el que escribe nunca está solo. La asistencia semanal y compasiva de Daniela, me permite seguir aprendiendo, corrigiendo enrules literarios y es lo que hace la diferencia. Finalizo cada clase con el alma plena de satisfacción y el amor propio bien arriba, en el cielo.

Estoy en plena mudanza otra vez, Isabella y sus papis van a la ciudad de Tandil a radicarse, ellos ejercerán sus profesiones respectivas en Medicina interna y Endocrinología. Isita comenzará su primer grado en la misma escuela que su prima hermana.

Voy escribiendo en medio de cajas que irán al sur, a Río Gallegos, regreso al encuentro con la otra parte de mi familia. Me resulta contradictorio poder expresar todo lo que siento en esta nueva mudanza. Dejo momentos muy valiosos donde viví estos cinco años. Es tiempo de despedida. Voy a celebrar estas últimas semanas reuniéndome y brindando con amigos, en Buenos Aires, agradeciendo a la vida este tiempo de tanta alegría compartida.

Hoy, a mis sesenta y dos años, decido no vivirlo como duelo, así la carga emocional no pesa, y viajo liviana, siguiendo la vida misma inspirada en la fe, el amor, la alegría, las letras. Allá voy nuevamente a la tierra del viento y del frío a reunirme con mi madre, mi hijo Pablo, hermanos, amigos y tal vez, ¿por qué no? algún nuevo amor.

Nuevas historias por vivir, sí, otros tiempos por vivir.