Directora de Nivel Primario.
Tigre, Buenos Aires, Argentina.
Instagram: @claudia_pangella
En el atardecer de mi vida.
Desde pequeña comencé a experimentar el arte y el placer de escribir. Primero en mi diario íntimo, que guardaba con recelo. En él escribía todos mis sentimientos y emociones. Lo cerraba con un pequeño candado dorado y escondía muy bien la llave.
Luego llegaron los cuadernos Rivadavia de tapa blanda y color gris. Eran horribles, yo los forraba con papel de dibujitos. En ellos escribía historias de amor y novelas como las de Corín Tellado. Creaba personajes de ficción perfectos e ideales.
Tenía alrededor de catorce años y soñaba con vivir una historia de esas que yo misma inventaba.
El mar y la lluvia fueron mis musas inspiradoras a la hora de escribir.
Durante la secundaria inventaba historias con mi amiga Patricia, cuyos personajes eran Los Beatles y nosotras sus novias.
En la escuela nos escribíamos cartitas con los varones del turno mañana. Así conocí a mi primer novio.
Aprovechando mis habilidades, en pequeños papelitos, escribía resúmenes que luego cosía en el revés de mi falda con puntadas más grandes que mi propia letra. Nunca me pescaron.
Como docente escribía mucho en los cuadernos de comunicaciones de mis alumnos, que a fin de año las familias guardaban como reliquias. También armaba carteles a mano con frases motivadoras para sumar al ambiente alfabetizador del aula.
Mientras esperaba a mis hijas les escribí un diario a cada una, durante los nueve meses de embarazo. Les contaba cómo me sentía y lo que significaban para mí.
Durante muchos años soñé con escribir un libro. Convencida de que el deseo mueve a la acción, en el atardecer de mi vida, puse manos a la obra y comenzó la gran aventura. Empecé a escribir mi autobiografía. Ingresé al mundo de la escritura formal.
Escribir la historia de mi vida me ayudó a sanar las heridas del pasado, a conocerme, a recuperar la fe en mi misma. Aprendí a protegerme. Me volví más fuerte, casi indestructible.
La escritura me transformó en una nueva Claudia. Me gusta ser la misma de siempre, pero no la de antes.
El 11 de agosto de 2023, después de nueve meses de escritura ininterrumpida, nació mi primer cachorro de papel: “Flores en el alma”. Al recibirlo, lo besé, lo abracé contra mi pecho y lloré de alegría y emoción.
Días más tarde, en mi fiesta de quince por cuatro, lo presenté en sociedad frente a los sesenta invitados.
Todo lo vivido, los recuerdos en familia, mi vida personal y profesional. Los conflictos que atravesé como hija, como mujer, como docente y como madre. Desde las escenas más tiernas hasta las más crudas están plasmadas en ese libro. Fui sincera y autocrítica, mostré mis errores y aciertos. No me guardé nada.
Al escribir, la memoria selectiva se fue mezclando con mis emociones y sentimientos, alojándose piel adentro en lo más profundo de mi ser.
Estoy convencida de que el camino de la escritura me ayudará a dejar huellas, un legado y trascender.
Flores en el alma sanó a mi niña interior. Ahora desde el Delta, rodeada de su naturaleza viva con la paz que me transmite, me siento inspirada para encarar nuevos desafíos.
Escribiendo este ensayo me di cuenta que la escritura me acompañó durante toda mi vida, como una amiga fiel.
Hoy, forma parte indispensable de mis días porque a través de ella me siento libre, auténtica, en mi mejor versión.
Esa pequeña gran mujer sigue transitando el camino de la escritura para inspirar y ayudar al lector a reflexionar sobre su vida, sus deseos y sueños. Esa, que todavía, sigue forrando sus cuadernos con papel de dibujitos.