Profesora de educación física.

San Juan, Argentina.
Instagram: @natalina.lop

Victoria era un niña de ocho años que amaba jugar con su teléfono rojo de juguete, pasaba horas hablando con él, inventando conversaciones, historias. Un día su papá llegó más temprano de lo esperado y los encontró a sus hermanos mayores jugando y no haciendo los deberes como les había ordenado su mamá. Enojado les ordenó que guardarán los juguetes en una caja, y les advirtió que no los recuperarían por un largo tiempo. Desde su habitación, Victoria escuchaba los ruidos de los juguetes guardándose en la caja, y a toda velocidad escondió su teléfono debajo de su cama. Quería mantenerlo a salvo. Su papá entró en su habitación y al verla haciendo los deberes no le dijo nada. 

Pasaron los días y los juguetes fueron devueltos a sus hermanos, pero su teléfono seguía debajo de su cama, por las dudas que su papá la sorprendiera jugando y no haciendo los deberes. 

Al comienzo de la primavera se mudaron de casa y todos los juguetes que tenían, incluyendo su teléfono, fueron empaquetados en distintas cajas. 

Cuando Victoria buscó su teléfono no lo encontró. Buscó en todas las cajas y nada. Su mamá llamó al señor de la mudanza y preguntó si se les había quedado olvidada alguna caja en su camioneta, pero el señor le dijo que no, que todas las cajas fueron contadas y entregadas.

Fue un golpe duro para Victoria perder su teléfono. Comenzó a estar más callada, sin poder reír, no jugaba como antes. Todos en la familia estaban preocupados por ella.

Un domingo fueron de visita a la casa de sus abuelos. Victoria llevaba en el bolsillo de su vestido un papel escrito para su abuelo Manuel. 

Le entregó el papel ni bien lo vio, pensando que él no la iba a leer en el momento, porque siempre estaba ocupado con sus herramientas de trabajo arreglando su camión. 

Ella lo siguió con la mirada, él caminaba directo a sentarse en su sillón preferido. 

Abrió el papelito.

Querido Abu, perdí el teléfono que me regalaste para mi cumpleaños, se perdió en la mudanza y no hay esperanzas de encontrarlo.  Te adoro. V.

Su abuelo leía con detenimiento. Entonces ella estalló en llanto y salió corriendo hasta la cocina donde se encontraba su abuela, la abrazó y exhaló hondamente. 

Con el correr de los días, Victoria perdió su voz y comenzó a refugiarse en la escritura. 

Su tía Mónica, hermana de su mamá, una mujer bohemia, que tiene una conexión profunda con la naturaleza, la creatividad y el autodescubrimiento, al observar lo que estaba pasando, les dijo una frase a los padres que los dejó pensando:

―La voz más poderosa, puede ser la voz que se escribe en silencio.

Y así los padres descubrieron que Victoria encontró en la escritura su manera de comunicarse abiertamente, expresando sus sentimientos.

Esa niña a la que se le perdió el teléfono rojo fui yo, y mi nombre es Natalia. Hoy, siendo adulta, la escritura se convirtió en mi escape y le dio un significado a mi vida, porque a través de la escritura  pude transformar mi silencio en arte. 

Me gusta escribir en la quietud de la noche, me inspira a despertar la imaginación que habita en mí. Con mi cuaderno, mi lápiz y mi té de manzanilla voy construyendo el Libro que tanto soñé.