Estilista.

Montevideo, Uruguay.
Instagram: @claudiachocho

La escritura es como deambular por el océano de la existencia. 

Es sentir, indagar, buscar respuestas a tantas preguntas que me hice durante mucho tiempo.  

También es una manera de jugar creando historias de alguna anécdota personal, es disfrutar de mi entorno, en el comedor de mi casa o en mi dormitorio, dejando entrar la luz del sol.  

Aunque me gusta más escribir en la noche. Tiene un misterio especial. 

Algunas veces me despierto mientras todos duermen, salgo a la puerta, miro las estrellas, siento el olor al rocío de la noche, allí surgen preguntas, ¿cómo la gente no se da cuenta lo que se pierde al dormir? 

Ese espectáculo mágico que está ahí, que no nos cuesta nada. 

La vida es un rato y yo no quiero perderme de nada. Admiro la naturaleza, me siento maravillada hasta con una hoja caída en otoño. 

Allí es cuando mis manos dibujan palabras que expresan ese gran sentimiento desordenado. 

Lo que me pasa desde pequeña es que amo escribir por el solo hecho de escribir. 

Tocaba el timbre y salía de la escuela ansiosa por subirme a la camioneta escolar que me llevaba hasta mi casa. Iba en el horario matutino, salía al mediodía. 

Mi felicidad era lo que me esperaba en mi casa al llegar. Mi mamá hacía la comida y su amor se reflejaba en el aroma de esos almuerzos que hasta el día de hoy recuerdo. 

Terminaba de comer y me iba a mi dormitorio directo al cuaderno; a mi cuaderno, donde escribía lo que se me antojaba, lo que quería, eso que tenía en la mente o en el corazón.  

Esa libertad que se siente al no tener que hacer lo que manda la maestra. 

Hoy cuatro décadas después, amo las tardes en las que me quedo sola en casa, me siento cerca de la estufa, pongo música relajante, prendo el aromatizador con perfumes cítricos:  bergamota, tres mentas, me preparo el mate, me siento en mi sillón preferido y abro mi cuaderno en una mesita antigua de madera y empiezo a escribir. 

Quiero plasmar tantas cosas a la vez, siento que estoy en mi espacio, que soy yo ahí en ese momento. Me siento libre. 

Revivo sensaciones al escribir mis pensamientos. Reflexiono. Recuerdo situaciones de mi niñez y de otros momentos de mi vida. Surgen emociones encontradas, me río, al rato se me cae una lágrima. 

Ahí me pregunto por qué postergo el sentarme a escribir, ese tiempo a solas en silencio, ese tiempo para mí.  Me cuesta encontrar ese espacio. 

En algún momento emerge a la superficie esos modelos mentales que tenía sepultados en mi interior, y es allí donde aparece un maestro, un amigo, una clase, un libro donde hace que comience a despertar, a darme cuenta que hay una resistencia a dejar atrás mi antigua manera de sentir y de ver. Entonces comienzo a entender todas las posibilidades que tengo para conocerme desde un lugar más real. 

Miro hacia el pasado y veo que fui una incansable buscadora.  

Hoy escribo inspirada en todos esos maestros para terminar de sacar esos fantasmas que todavía quedan dentro de mí, y por fin verlos de frente con más claridad, que me abracen y luego me empujen para escribir mi nueva vida, una nueva historia.